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¿Eres camaleónico?

¿Por qué no somos verdaderamente libres_

Hace un tiempo estaba en un cumpleaños y había un grupo de amigos bailando en el centro del salón. Recuerdo que me comencé a sentir incómodo, mis pies se adormecieron y mi corazón empezó a latir más rápido. Las manos me sudaban y la garganta se me resecó al punto que tuve que ir a buscar un vaso de agua para superar ese momento tan tenso. Se preguntará que era lo que me estaba ocurriendo, bueno, tenía una crisis que serenateaba uno de mis temores.

Seguían pasando los diferentes ritmos y con cada uno, las personas elegían la canción de su preferencia. Bailaron merengue, cumbia, bachata, salsa y cuánto género exista y sea bailable. Mi frustración aumentaba en conjunto con las manecillas del reloj. Mi estado de ánimo cambió hasta que una persona me invitó a la “pista”. No era una pista muy grande, si acaso había dos o tres parejas más bailando. Era una fiesta pequeña, éramos conocidos o por lo menos nos habíamos visto alguna vez en la vida.

Las posibilidades de hacer un ridículo eran bastante altas, ya que mi habilidad para bailar es cómo ver un pájaro volar sin alas o un pez nadar sin aletas. Sencillamente no nací con la habilidad para mover mi cuerpo de un lado a otro. Las experiencias del pasado indican que debía dedicarme a cualquier tarea menos a la de bailar en público. La razón por la que estaba teniendo una catástrofe personal en aquella noche era porque temía que tuviera que hacer presencia en el escenario y los resultados fueran desastrosos.

Lo fue. No sé bailar, repito. Me subí a la pista y empecé a imitar los pasos que veía en los demás. Era como ver un circuito en una serie de luces navideñas o un auto con un neumático de repuesto. Era el patrón que no combinaba, definitivamente hubiera querido desaparecer. No sé si alguien lo habrá notado, pero mi incomodidad aumentaba y mis esfuerzos cesaban. Regresé a mi silla, turbado y angustiado por haber quedado al margen en un espacio de diversión.

Sé que la narración que acabo de hacer es algo exagerada, pero esa era la idea desde un inicio. En ocasiones, nos enfrentamos a ambientes que nos superan, por sus exigencias y sus altos estándares alrededor. Es en este momento, cuando las personas camaleónicas tienen la capacidad de encubrirse en medio de su hábitat, sin dejar rastro alguno.

Existe un grupo de personas a los que llamo “los invisibles”. Personas que están en lugares, pero se mantienen en el anonimato. No les gusta la fama ni los aplausos. Mucho menos, les gusta la exposición frente a los demás. Cuando tienen que conversar, prefieren escabullirse en medio del grupo para no ser vistos jamás.

Por otro lado, y haciendo énfasis en una especial diferencia, están las personas que se adaptan a cualquier ambiente. Su ambición más importante en la vida es no quedar eximidos de la aceptación de grupo. Yo le llamo el culto a la apariencia y el deseo a ser “conocidos”. No quiero decir que esto sea erróneo. Al contario, creo que pretender ser reconocidos en medio de nuestras áreas de interés es de importancia, pero no el motor que impulse nuestros sueños. El éxito y la fama, cuando son el centro de nuestras intenciones, se convierten en el veneno de nuestros proyectos personales.

Las personas camaleónicas, aparte de ser personas muy astutas, pueden carecer de una habilidad social muy importante: mantener su esencia. Conozco a muchas personas que se adaptan fácilmente a grupos, personas, relaciones que con mucho pesar dejan a un lado su ADN personal.

Ser camaleónico tiene sus ventajas. Pueden encubrirse de las presas que hay alrededor. Pero pueden tener tantas “pieles” que al final de los años, olviden su piel tradicional. Son personas que para “quedar bien” con los demás, venden sus principios personales. Dejan de construir su personalidad con el propósito de alcanzar un rango en su grupo de amigos. Forjan hábitos de codependencia con los demás porque no es suficiente tenerse a ellos mismos.

El peligro extremo de ser camaleónico es que solemos sacrificar aquello que nos hace únicos por lo que otros han convertido en una necesidad. Permítame dar un ejemplo, he visto personas que, por relaciones de pareja, sacrifican sus sueños personales con tal de complacer al otro. No quiero decir que esté mal, pero sí cuando esto atenta contra la integridad personal. O he visto a hombres y mujeres ser secuestrados por adicciones simple y sencillamente por encajar en un grupo social. Otros que empiezan a hacer ejercicio para ser parte de un grupo. La necesidad de ser “incluidos” y no “excluidos” puede convertir a balletistas en strippers y a jugadores de futbol en rompecorazones. O bien, a aspirantes a la presidencia a líderes de una banda criminal. Decidir en función de los demás puede sumergir los sueños de niño en condenas de adulto.

¿Eres camaleónico o no? ¿Cuál es tu “piel” original? ¿Cuáles son tus valores y tus principios individuales? ¿Eres uno más entre las hojas y ramas o te diferencias del ambiente? ¿Pasas desapercibido o tu vida reluce en medio de los demás? Una estrella nunca deja de brillar. Una luz nunca deja de alumbrar, a excepción de cuando esa misma luz decide mantenerse apagada.

Camaleónico, regresa a tu piel original y no te dejes consumir por los diversos ambientes en los que estás.

PDTA: Tengo en mi lista de planes 2018 aprender a bailar.

Crossfit, Psicología y Fe

¿Por qué no somos verdaderamente libres-

¿Qué tienen en común? ¿Un deporte, la salud mental y la espiritualidad? ¿Qué mensaje se podría vincular entre una cosa con la otra? ¿Realmente existe algún denominador común en estos tres escenarios?

Era de las personas que no soportaba cuando alguien se dedicaba largos lapsos de tiempo a conversar sobre un solo tema. Ahora, me he dado cuenta de que una de las características más importantes de la madurez humana es la capacidad de extraer principios, enseñanzas y lecciones de las situaciones que atravesamos en la vida. En este caso me he dado cuenta, que Dios tiene un lenguaje multiforme, y sus principios son plasmados en nuestras vidas a través de la voz que estamos diseñados para escuchar. Me percaté que Dios nos habla todo el tiempo, no bajo nuestros estándares, sino bajo su deseo e intención de transformarnos cada día.

Dios no cesa de comunicarse. A Moisés le habló a través de una planta ardiendo en el desierto. Un poco extraño ¿no? A otros les dio un mensaje por medio de un animal. A Job le habló en el centro de un torbellino. A Elías mediante un silbo apacible. A Jesús le habló a través del silencio. En mi último año, Dios me ha hablado a través del Crossfit.

Aquí están 10 principios que he aprendido gracias al lenguaje que Dios ha utilizado para hacer eco en mi corazón:

  1. Cada día que pasa soy una mejor versión de mí mismo.
  2. Hay que entrenar para mejorar la condición actual.
  3. El progreso es un proceso gradual y no inmediato.
  4. No basta el mínimo esfuerzo para alcanzar resultados observables, cada día cuenta.
  5. No velo solo por mis intereses personales, sino por los objetivos en común.
  6. Los retos son distintos todos los días y requieren preparación para superarlos éxitosamente.
  7. La constancia y la disciplina son claves pese a las circunstancias que se interponen.
  8. La parte mental es vital para el éxito.
  9. Un momento de fracaso no determina el panorama general de crecimiento.
  10. Escuchar el consejo de los más experimentados es esencial para avanzar.

Presos de un universo desolado

Presos de un universo desolado

Nadie conoce con exactitud las dimensiones del universo ni de la galaxia en la que nos encontramos inmersos. Se han hecho infinitud de esfuerzos e invertido millones de dólares para encontrar una explicación al propósito de la existencia humana y conocer su procedencia.

¿Por qué nosotros? ¿Por qué el tercer planeta del Sistema Solar? ¿Porqué un espacio tan amplio y tantos millones de años entre una galaxia y otra? ¿Por qué hay astros más grandes que el Sol cuando pareciera que éste es lo más grande que nuestras mentes pudieran captar? ¿Por qué la luna proyecta la luz del sol sobre este pequeño y diminuto planeta? ¿Por qué yo? ¿Por qué se me dio la capacidad de entender, de razonar y de analizar lo que sucede a mi alrededor?

Los niños tienen la destacable virtud de preguntar incansablemente. Los que tienen pequeños a su alrededor sabrán que un niño no tiene miedo de preguntar, ni mide las consecuencias de las respuestas que podrían llegar a obtener. Tan solo basta escuchar a un niño en medio de un centro comercial preguntando a su madre: “Mami, mami… ¿Cómo se hacen los bebés?”; o el famoso anuncio de McDonald’s en dónde un niño de 5 años le consulta a su padre a todas voces: “Papi; ¿qué es sexo?”.

Los niños, a diferencia de los adultos, no pierden el arte de preguntar. Más bien son los especialistas en la interrogación y el cuestionamiento de la existencia. No deberíamos ir a las guías de entrevista para desarrollar el arte de preguntar, deberíamos remontarnos a nuestra niñez cuando inocentemente queríamos entender el porqué de las cosas.

Hemos crecido con un modelo perjudicial sobre el hacer preguntas. Nos sembraron la idea de que cuestionar la realidad es caer en el terreno de la rebelión intelectual. Al contrario, preguntar nos hace más sabios, porque nos expande la capacidad de entender diferentes puntos de vista. Cuando no se tiene el ejercicio de preguntar, caemos en la terrible trampa de la rigidez mental, y cualquier idea que se diferencie de la nuestra, es una amenaza contra nuestras creencias y valores.

Preguntar es esencial para evolucionar hacia una sociedad más próspera y unida.

Una pregunta que aproximadamente el 100% de la humanidad se habrá planteado en algún instante de su historia de vida es: ¿Qué hago yo en la tierra? ¿Para qué estoy aquí? ¿Acaso hay algún objetivo de que yo haya nacido en esta época? Yo me he hecho esas preguntas una y otra vez, continuamente, tratando de encontrar respuestas que satisfagan esa necesidad de darle un sentido a mi vida.

Lo peor que puede experimentar un ser humano es morir antes de haber muerto. Parece paradójico, pero esa situación se alcanza cuando el ser humano pierde la motivación para vivir, porque la motivación de vida tiene que ver con la plenitud de estar vivo y con la sensación de sentirse útil para alguna misión. Cuando alguien pierde el espíritu de cumplir algún fin en la vida, su existencia deja de tener sentido y ha muerto antes de haber dejado de respirar.

No hay nada peor que respirar estando muertos en nuestro interior.

Lo curioso es que nuestros formadores nos enseñaron que la vida tiene un propósito. Permítame decirle que la vida es inanimada y no tiene aliento de propósito. El propósito que tienen las circunstancias de la vida reside en la capacidad que tiene el ser humano para limpiar sus lentes una y otra vez, para ver la vida cómo un universo lleno de colores y no un universo de galaxias sin propósito.

El sentido de la vida es tan importante como la misma vida en sí. Sé que es atrevido aseverar lo anterior, pero me he dado cuenta que las personas quieren dejar de vivir, cómo si la vida no fuera suficiente regalo del cielo para continuar viviendo. Vivir no es un sacrificio, es un obsequio prediseñado desde antes de que todo existiera para que pudiéramos materializar nuestros sueños y respirar con un aliento de propósito.

La finalidad del ser humano no es hacer libremente lo que desea (cómo una vez dijo una profesora mía en la universidad); sino tiene que ver con asignar un propósito a todo lo que vive en su existencia. El hombre feliz es aquel que bajo todas las circunstancias, cataloga su vida como un espacio de propósito y plenitud, no importa cuál sea la dificultad que atraviese o la alegría que saboree.

Un universo desolado tienen aquellos que han extraviado la capacidad de dar propósito a su camino, cuando su camino es suficiente razón para dar propósito a su vida.

¡Gracias Dios, por ayudarnos a caminar con un propósito, no hacia un propósito!

Mi más sincero perdón.

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Luego de un período sin escribir, quiero simplemente redactar y externar en las próximas líneas mi más sincero perdón.

¿A quién? Un perdón de mi parte en nombre de esos lugares, personas y situaciones  que mostraron un Dios equivocado y generaron malas experiencias en la fe de algunas personas.

  • Perdón a todos aquellos que se les ha juzgado por su apariencia externa antes que privilegiar su ser individual.
  • Perdón por exacerbar un tatuaje en la piel y verlos de forma discriminada cómo si eso realmente fuera lo más importante.
  • Perdón por no ayudarles a manejar situaciones catalogadas como «anormales».
  • Perdón por hacer distinción de personas cuando Dios no lo hace.
  • Perdón por alejarlos y no darles la oportunidad de ser parte de un grupo igualitario.
  • Perdón por señalarlos por la forma en que vestían o la música que escuchaban.
  • Perdón por categorizar los «tipos de pecados» cómo si las escalas existieran en la Biblia.
  • Perdón por exigirles y ponerles cargas que muchas veces nosotros ni siquiera llevamos.
  • Perdón por el rechazo una vez que te fuiste de nuestro grupo.
  • Perdón por los juicios de valor que nunca se dijeron a través de palabras, pero quedaban visibles a partir de señas y gestos.
  • Perdón por poner énfasis en las prohibiciones, restricciones y limitaciones del cristianismo, y no hablar abiertamente de la gracia que restaura nuestro ser.
  • Perdón por hacer hincapié en huir del pecado y no hablar ampliamente de los beneficios de experimentar el Amor de Dios.
  • Perdón por hacerlos querer encajar en un sistema que nosotros ni siquiera entendemos muchas veces.
  • Perdón por no provocar ese deseo de conocer a Dios profundamente y sinceramente.
  • Perdón por privilegiar un estatus ministerial y no la posición de Hijos de Dios.
  • Perdón por sofocar cada decisión que tomaban, y no motivarlos a encontrar los mejores argumentos para tomar una decisión correcta.
  • Perdón por no preguntarles sobre sus emociones, lo qué sentían (temían, lloraban, sonreían, agradaba) y pensaban.
  • Perdón. Perdón. Perdón.

Somos simplemente humanos. Nuevamente perdón.

¿Cómo encontrar paz interior en medio de una sociedad en crisis?

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Puentes sin arreglar… Estacionamientos y presas de kilómetros en las carreteras… Accidentes de tránsito… Asesinatos sangrientos… Robos a mano armada… Choques con el tren… Nuevos presidentes… Terrorismo en los aeropuertos… Suicidios en los puentes… Actos de corrupción… Tráfico de personas… Familias desangradas… Almas dolientes….

La crisis ha aumentado y los medios se han encargado de propagar este estado caótico que sufre nuestra sociedad. Es prácticamente imposible acostarse después de un día sin al menos haber escuchado una noticia lamentable o un hecho irreversible.

Como efecto en cadena, los picos de ansiedad se han disparado y el estrés carcome aceleradamente una sociedad en alerta, que intenta recuperar la humanidad que le caracterizaba. No es una situación propiamente nacional, es una realidad que nos concierne a todas las etnias del mundo. Estamos en medio de una crisis mundial, dónde nos encaminamos a la pérdida de valores, al aumento de la maldad y a una competencia predatoria, dónde el más fuerte y “apto” es el que sobrevive.

Ahora bien, aunque el panorama mundial es controversial, no todas son malas noticias. Creo firmemente en un estilo de vida saludable paralelo a la crisis que atravesamos. Es un error caer en la fantasía de vivir con Alicia en el País de las Maravillas y olvidarnos de lo que sucede a nuestro alrededor, pero si se puede conservar un estado de paz interior sin importar la tempestad que aceche contra la puerta de nuestros hogares.

No estamos exentos de ser espectadores de malas noticias, pero si estamos en completa autonomía y capacidad de mantenernos sanos en la gestión de nuestros pensamientos y emociones.

¿Cómo mantener la paz interior en medio de esta crisis?

La paz no es un solamente un sentimiento, es más que eso. Es una experiencia con significado. La paz no es un estado alcanzable al que las personas acceden después de un ritual determinado y por arte de magia cambia la perspectiva. Creo que la paz es un mecanismo de reacción. Estamos en la potestad de determinar cuál va a ser la decisión que asumamos luego de presenciar una mala noticia. La paz es la herramienta más inteligente de contacto con la crisis.

La paz es un estado de autocuidado que nos permitirá afrontar la vida con significado, aun cuando las situaciones parezcan no tener respuesta ni justicia de por medio. Lo contrario a la paz es la tensión, el estrés y la preocupación excesiva, que en la mayoría de ocasiones, no logra absolutamente nada más que enfermar nuestro cuerpo, mente y espíritu.

La paz se cultiva a través de una vida de humildad, en dónde reconocemos que no somos dueños de la verdad, pero nos mantenemos abiertos a vivir los episodios de la vida con una mente abierta, flexible y agradecida. La paz no es esperar lo peor, es creer que lo mejor siempre estará por venir.

La paz es un resultado de una convicción de que todo va a estar bien. De que pase lo que pase, siempre seremos cuidados y amados para un propósito mayor. Dios, mis queridos amigos, denominó a su hijo el Príncipe de Paz. Ahora bien, la paz no es un regalo que se nos otorga para utilizar negligentemente, es un don que requiere nuestro esfuerzo por mantenerlo aún en la profundidad de la crisis.

Aunque suenen las ambulancias en las calles y las sirenas no enmudezcan su sonido, mi corazón estará tranquilo. Aunque la catástrofe consuma nuestras fuerzas, podemos encontrar una salida inteligente. La pregunta que le harán al pacífico siempre será: ¿Cómo puede usted estar tranquilo? Su respuesta será: Porque no me conviene no estarlo.

Cierro con una pregunta: ¿Cuáles son los beneficios que puede traer la intranquilidad que sean suficientemente convincentes para no optar por mantener la paz en nuestras vidas? Si hay alguna respuesta, preocúpate. Si no la hay, decide la paz.

¿Por qué no somos verdaderamente libres?

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Durante mucho tiempo, hemos confundido el concepto de “status” de libertad con un “estilo de vida” de libertad. Específicamente en el ámbito cristiano, hemos digerido la idea de que somos convertidos en seres libres y a posteriori todo cambia repentinamente.

Este es un tema que toca un nervio sensible en nuestros grupos de crecimiento espiritual. ¿Cuál es la razón por la que alguien persiste en determinado hábito luego de un proceso de transformación y libertad? ¿Es insuficiente la dedicación y esfuerzo que una persona deposita en conocer directamente a Dios cómo para que su vida sea la misma? ¿Será que la experiencia que se vive es falsa?

Son cuestionamientos normales que nos hacemos cuando vemos a una persona decir vehementemente que sufrió un cambio en su vida, cuando más bien sus hábitos suelen ser los mismos. Es un discurso inconsistente y una verdad que suele confundir a muchas personas, y lamentablemente, aleja a los demás de querer disfrutar una experiencia cómo la que sugerimos tener.

No quiero abordar un tema teológico ni filosófico sobre una verdadera o una falsa experiencia de libertad. Simplemente quiero expresar un malestar que siento al ver a un sinnúmero de personas manifestar un proceso de “libertad” en sus vidas que termina convirtiéndose en una frase poética y rimbombante, sin experiencia de fondo.

El problema no está en la realidad de la experiencia, sino que a mi humilde criterio, considero que se encuentra ligado a la definición de libertad. Victor Frankl dijo: “Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, la que hace que la vida tenga sentido y propósito”. Aunado a esto, el apóstol Pablo dijo muy acertadamente: Por lo tanto, Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense de permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley. (Gálatas 5:1)

Significa que la libertad que las personas manifiestan experimentar en la mayoría de los casos es un “status” nuevo, una posición de privilegio, más no una resolución absoluta de nuestros malos hábitos y vicios en nuestra salud espiritual, mental y emocional. La libertad es un estado impulsor que nos permite vivir en un esfuerzo continuo por contrarrestar comportamientos nocivos que afectan nuestra calidad de vida, en todas las áreas. La libertad no es una pócima mágica o un antídoto contra el error, es un punto de partida para besar el destino que ha sido preparado para nosotros.

En conclusión y para hacer una alegoría de cierre, un preso tiene salida de la cárcel a su sentencia y es jurídicamente “libre”, sin embargo la mentalidad de prisionero no desaparece en un abrir y cerrar de ojos, tiene que ver con el estilo de vida que adopte y PRINCIPALMENTE los pensamientos que gobiernen su mente. La libertad se recibe para conservarse, no para descuidarse. La distancia a la esclavitud es equivalente a la actitud que tengamos al mantener un estilo de vida libre.

Creo y concluyo que la libertad es un proceso superior que se centra en un estilo de vida saludable, tanto interna como externamente. Que es consistente entre la posición que Dios nos ha dado y el esfuerzo por alinearnos a esa verdad. Es una simbiosis entre el resultado de la cruz (gracia) y el amor por su nombre (esfuerzo).

Camino a Emaús: III Parte

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«Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno…»

Lucas 24:17-19a

Tercera Parte

Cuando leemos esta historia como espectadores podemos asumir una posición de resistencia y duda. ¿Por qué Jesús hace esa pregunta cómo si no hubiese sido él mismo el protagonista del Calvario? ¿Qué intención había en el corazón de aquel simple transeúnte que se había unido al camino de los dos hombres hacia Emaús?

Si bien es cierto, los hombres no tenían todavía conciencia de la identidad de Jesús, solo una vaga percepción de un caminante que les hacía preguntas incómodas y fuera de lugar. Lo que menos pensaban era que ese mismo hombre era el Salvador del mundo y quien se había convertido, sin lugar a dudas, en el hombre del momento.

En la vida ocurre muchas veces que asumimos esta misma posición. Quiero enfatizar algo importante sobre el descubrimiento del propósito de nuestro caminar en la vida. Entre menor consciencia de la identidad de Jesús más cuestionamientos hay sobre su amor y cuidado por nosotros.

En palabras más sencillas, cuando hay un conocimiento ligero de la persona de Jesús hay un arsenal más amplio de preguntas e interrogantes que nos hacemos sobre el amor que tiene por nosotros. He conocido muchas personas, que deciden voluntariamente abandonar el camino del Emaús, y sus pensamientos sobre un Dios que abandona y descuida a sus hijos incrementan imparablemente.

Lo que quiero decir es que estos dos hombres tuvieron un proceso de transformación interna que hoy en día es un pilar de la Inteligencia Emocional. Ese proceso se llama la auto consciencia, y es prestar atención al diálogo interno que mantenemos con nosotros mismos. El primer paso para cambiar nuestras vidas es desarrollar un sentido de auto consciencia y estar atentos a lo que sucede en nuestro estado interno.

Estos hombres estaban llenos de queja, dolor y decepción. El Jesús que había prometido resucitar no había aparecido de la manera que ellos esperaban. Lo que no sabían era que aquella conversación era el cumplimiento más profundo de la promesa de su resurrección.

Quiero hacer hincapié en la pregunta que está resaltada en negrita, ¿eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? Después de que el Maestro de la Vida hiciera la pregunta de qué era lo que sucedía en aquel momento, los hombres responden a Jesús de forma brusca tratándolo como a una persona desinformada.

¿Cuántas veces nosotros hemos practicado ese mismo diálogo con Dios? Le tratamos exactamente cómo si fuera la última persona en enterarse de nuestras noticias, y lo que menos nos imaginamos es que el centro de nuestra historia de vida, como en aquel momento, sigue siendo Él. Quizás podamos lamentarnos en medio de nuestras situaciones, pero esta historia nos demuestra, que al final de cuentas Jesús es el protagonista principal de la portada de nuestra vida.

Jesús no preguntó por que no supiera la respuesta. Él la sabía e intencionalmente la había ido a buscar. Él preguntó para que los hombres pudieran expulsar sus pensamientos erróneos sobre la identidad de Jesús y así pudieran ser impregnados de una experiencia real, imborrable e inolvidable en el Emaús. Dejó de ser para ellos el Jesús de la leyenda judía y de los rumores que se escuchaban y pasó a ser el Caminante que les abrió el entendimiento sobre el rumbo de sus vidas.

Cierro diciendo que es sumamente importante tener diálogos internos positivos y sobre todo un diálogo con Dios sencillo, genuino y sin ningún tapujo, porque solamente así desarrollamos un sentido de auto consciencia mayor sobre lo que decimos, pensamos y hacemos. Dios nos pregunta no porque nos haya descuidado, Dios nos pregunta porque quiere sanar nuestra imagen de Él.

¿Cómo fue ese momento de transformación? Continuará…

Almáticos Anónimos

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Me alisté lo más rápido posible, sin pensar en combinaciones ni nada por el estilo. Me puse ropa cómoda y unos zapatos que pudieran resistir toda la noche para una larga travesía. Esperaba en el portón de mi casa la bocina del vehículo que pasaría por mí. Eran las diez de la noche cuando me dirigía por primera vez a un grupo de Narcóticos Anónimos. Mis palpitaciones se aceleraban y mis manos temblaban al pensar que nunca había estado allí.

La única instrucción que me habían dado era que tenía que parecer uno de ellos y no debía mostrarme cómo un intruso o reportero, aunque mi tarea era exactamente recoger la mayor cantidad de impresiones que pudiera encontrar en el sitio para presentarlo en una investigación de la universidad. Me asomé por la ventana al llegar y vi a doce personas sentadas en una mesa, pero no comiendo, sino levantando su voz para expresar y compartir sus historias de vida. El momento era solemne, algunos interrumpían y otros simplemente escuchaban al otro. Parecía que nadie importaba más, más bien TODOS eran iguales.

Por mi parte, tenía un poco de temor, me causaba asombro ver en una sala tan pequeña a esta convención de personas a altas horas de la noche expresando cómo era vivir con problemas de drogadicción. No entendía todavía cuáles beneficios obtenían de estar en ese lugar.

Entramos y fue como si solamente hubiera entrado un suave viento a la habitación. Todos seguían enfocados en lo suyo, poniendo atención al que hablaba y aplaudiendo eufóricamente al escuchar que uno de ellos tenía más de dos meses sin consumir. Fue una impresión inesperada. Jamás creí que alguien, excepto los padres de cada quien, pudiera sentir tanta felicidad por el logro de otros. Cuando salí de la reunión me notificaron que ese mismo señor que vociferaba su experiencia, era el gerente general de una las empresas más grandes del país. Un hombre, que parecía tener sus negocios y sus cuentas bancarias controladas, arrastraba sus pies todas las noches para desahogarse en presencia de compañeros que tenían su mismo dolor: la adicción.

Así transcurrió la noche hasta llegar a la última ubicación. Ahí habían unas 40 personas, el ruido era incontrolable, pero se respiraba compañerismo y diversión. Las personas parecían sentirse en familia. No se apresuraban por irse, más bien disfrutaban cada momento de la noche. No importaba si hablaban, se reían, caminaban o se quedaban sentados, estar allí era el mayor privilegio que podían experimentar un viernes por la noche.

Antes de abandonar el lugar, mi última conversación fue con un hombre de 30 años que pertenecía al grupo y simultáneamente cuidaba carros para tener algún ingreso que le permitiera solventar sus necesidades básicas. Entraba y salía para notificar a los choferes que debían mover sus carros. Me fui de allí con una gran alegría de ver cómo una persona encontró en ese lugar de refugio una oportunidad para comer, bañarse, y recibir afecto de parte de otros.

Al tiempo me comunicaron que el hombre había decidido acabar con su vida luego de recaer en su adicción. Sus compañeros de grupo no llegaron a tiempo para socorrer su angustia. La culpa embargó a muchos por impedir su muerte, pero a mí me impresionó nuevamente ver a estos samaritanos correr por evitar la tragedia de alguien más.

Así surge la filosofía que propongo en este texto: “Almáticos Anónimos”. Tengo tanto que aprender de los grupos de apoyo como Narcóticos o Alcohólicos anónimos, que considero que los Almáticos Anónimos son esos grupos en los que frágil y transparentemente se puede reconocer nuestros puntos débiles y exhibir las partes golpeadas de nuestra vida sin ninguna vergüenza. Aquí no importa “quedar bien” o “dar una buena impresión”. Son espacios en los que importa más ser lo que realmente somos y hemos sido sin tapujos, sin restricciones y sin reservas. Solo la transparencia y la autenticidad provocarán una vida de libertad absoluta.

Este grupo me enseñó que no se trata de llegar a una agrupación dónde aparentemente todos tienen su vida en “orden”, sino poder llegar a un lugar en dónde florece un sentido de dependencia máximo. La sana dependencia no es la “desesperación por algo o alguien”, sino un proceso de admitir humildemente nuestras flaquezas y vulnerabilidades en busca de ayuda y colaboración.

“Yo soy Juan” y tengo problemas de ira. “Yo soy María” y me siento triste por las noches. “Yo soy Alfonso” y tengo problemas de adicción sexual. “Yo soy Blanca” y me da temor salir a la calle pensando que alguien me puede seguir. “Yo soy Gerardo” y tengo inconvenientes con mis pensamientos. ”Soy Damián y tengo conflictos” con la comida. “Soy Daniel Retana” y deseo que los Almáticos Anónimos se levanten, un lugar y un aposento en dónde podamos ser niños que lloran, que se duelen, que sienten y que sobre todas las cosas, se consideran dependientes.

Los Almáticos Anónimos no se reúnen en casas, ni en edificios, ni son una organización constituida. Son un conjunto de personas que aún creen en expresar para sanar, en buscar para encontrar, en mantener su esencia a pesar de la hostilidad que hay en algunas relaciones humanas. Es ir y levantar la mano con toda sinceridad para fortalecer su debilidad. Es adoptar un nuevo estilo de vida: «El más débil es el más fuerte» y no viceversa.

«La humildad es la más excelsa de todas las virtudes», la que nos lleva a los niveles más altos de la pirámide humana. En el lenguaje del cielo, los humildes son reyes y los orgullosos siervos de la esclavitud de sí mismos. Almáticos Anónimos es el «volver» a reconocer que no podemos, que necesitamos ayuda y que la autosuficiencia seda nuestro potencial.

Los 12 pasos de los Alcohólicos Anónimos establecen en su primer punto que nadie es capaz de superar sus obstáculos sin la ayuda de Dios, y para los más escépticos pueden cambiar a “Dios” por otro “Poder Sobrenatural”. No obstante, terminan incluyendo a “Dios” en sus conversaciones de grupo e incluso reconociendo la máxima dependencia de mantenerse en búsqueda de una respuesta en los Cielos.

Hoy en día hay más 116.600 grupos y más de 2 millones de personas alrededor del mundo que han encontrado en estos lugares comprensión, acogimiento y asilo, sin señalamientos y sin etiquetas. Lo mejor de todo esto es que “todos saben” que su adicción es dañina, pero solo en medio del amor y la aceptación se puede vencer este gigante que no discrimina género, edades, profesiones, nivel socioeconómico, ni a nadie.

La era de hielo emocional

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Todos hemos experimentado momentos de turbulencia en nuestra vida, situaciones en las cuáles hemos sentido que prácticamente nos «desangramos por dentro». Circunstancias que agobian nuestra felicidad y nos inundan de tristeza como si éstas fueran icebergs que congelan nuestras emociones.

¿Recuerdas ese momento en que alguien te rechazó por primera vez y te excluyeron automáticamente del grupo? ¿Cuándo fuiste descartado de ese proceso laboral después de haber invertido todas tus fuerzas? ¿Cuándo las cuentas bancarias se elevaron a un monto casi imposible de pagar? ¿Cuándo no había suficiente dinero para comprar comida? ¿Cuándo se produjo el divorcio de tus padres? ¿Cuándo ese hermano te humilló frente a sus compañeros? ¿Cuándo tu mejor amigo o amiga te dio la espalda repentinamente y te quedaste al descubierto de la traición?

La crisis se puede describir como un período en el que carecemos de algún recurso y surge nuestra vulnerabilidad (el verdadero yo) frente a la circunstancia. Es un lugar frío al cuál no todas las personas ansían ir, pero ineludiblemente atravesamos por allí en algún ocaso de la vida.

Curiosamente desde que crecemos somos equipados para ir a la escuela, instruidos para buscar trabajo, enseñados para elegir nuestra carrera profesional, aconsejados para encontrar pareja, entrenados para comportarnos adecuadamente en una reunión y formados para comer con modales. De buena o de mala forma, hay un estereotipo social de cómo comportarnos ante diferentes situaciones.

Sin embargo, no vamos a ninguna escuela de «educación emocional». Nadie nos enseña a sentir o al menos, a identificar nuestras emociones. Más bien, en este sector occidental del planeta sufrimos una castración emocional de niños. Frases como: “¡No llore!” ”¡No tenga miedo, anímese!” “¡Conténtense, eso no es nada!” “¿Por qué está triste? Sea hombre y levantase” “¡Eso no le tiene que afectar!” “¡Vamos! Supérelo”.

Recibimos un gran bombardeo de mensajes y enseñanzas que forman nuestro intelecto, nuestras creencias, nuestro marco de valores, y hasta cierto punto una personalidad que no se da la oportunidad de sentir como debiera, o bien que siente mucho pero minimiza el efecto de las emociones en su vida.

Dios es un estratega perfecto. Me he dado cuenta que toda ciencia o disciplina que trate de estudiar la realidad coincide con los parámetros del cielo, porque al final de cuentas todo cuanto existe pertenece a Él y fue a través de su participación que llegó a ser visible. Asimismo el estudio de las emociones nos apunta a un Creador Inteligente.

Las emociones tienen que regresar a su sitio. Hemos vivido mucho tiempo en la era glacial de las emociones o en la fase del oscurantismo afectivo y hemos privilegiado el culto a la razón, al saber, al tener títulos, al tener mucha información y al conocimiento. Sin embargo el que llora, el que tiene miedo o el que tiene tristeza es relegado a un segundo plano, como si fuera menos importante. O ¿qué decir del que se alegra por sus logros y en lugar de recibir reconocimiento recoge envidia de los demás?

Por ejemplo, se demostró que la expresividad emocional es de suma importancia. Al punto que se ha llegado a la conclusión de que reservarse comentar lo que nos ha sucedido en la vida por algún trauma o situación adversa, puede ser casi más perjudicial que el mismo evento traumático. Es decir, puede resultar que encubrir un momento de vergüenza, o una situación difícil, un abuso, una ofensa, una pérdida sea más peligroso para nuestra salud emocional que el mismo evento cuando ocurrió. Guardar un abuso sexual o emocional es más doloroso para el corazón que la misma situación de abuso (Brown, 2013).

Regresando al punto, nuestras emociones fueron impuestas por el Rey del Cielo en nuestro interior para brillar en primavera. Los descubrimientos neurológicos se han abocado a descubrir cuál es el funcionamiento del cerebro para relacionar las partes que corresponden a diferentes sentimientos y emociones. Todo regresa a Él, porque Él no puede ser sacado de la fórmula de la existencia.

Jesús creyó importante expresar sus emociones y dijo: “Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte…” ¿Alguien ha dicho eso en su grupo de amigos? ¿Alguien ha tenido la humildad de decir «no puedo, necesito alguien que me ayude»? Es más probable ver gente que aconseja a otros que personas que desean ser aconsejadas. Por eso, insisto en que la “humildad es la más excelsa de todas las virtudes”, porque nos pone en la posición correcta en la vida. Una posición de dependencia de Dios y del otro. No es bueno que el hombre esté solo.

La expresividad de las emociones requiere de humildad para reconocer nuestra vulnerabilidad y fragilidad como seres humanos. Jesús, siendo plenamente divino y humano, se negó a dejar una imagen de «súper hombre» que no sentía, que no le dolía o que no sufría. La grandeza del ser humano no se traduce en un porcentaje de coeficiente intelectual o inteligencia, sino en la esencia del conocimiento de sí mismo y la admisión de sus necesidades.

El más alto nivel al que podemos llegar en el ranking de la vida es al de la expresión de nuestra humanidad. Ser humildes para sentarnos a abrir nuestro corazón de que somos realmente frágiles. Cuando hacemos esto evitamos que la vergüenza, la culpa y el señalamiento ocupen un lugar en nuestra vida, y logramos vivir en la autenticidad de quiénes somos. Expresar nuestras emociones mejorará nuestra capacidad de vivir, de disfrutar y de afrontar la vida. Además nos evitará muchas visitas al médico o al fisioterapeuta.

¡Basta ya de utilizar la frase: » son solo emociones”! Más bien, regresemos a los tiempos de antes cuando sentir era lo único que se necesitaba para producir una canción, escribir un poema, conquistar un corazón o alcanzar un sueño improbable. Todo dentro del marco de la razón por supuesto, pero no podemos dejar ninguna de las dos de un lado. Los extremos son los que dañan. La pasión excesiva sin entendimiento y la razón estructurada que no siente.

Aun así, se dice que el ser humano frente a una situación compleja responde en sus emociones y no en su razón (Coleman, 1995).  Si alguien viene al golpearnos o a soltarnos un manotazo, difícilmente nos vamos a detener a decirle: «Mire, deje su brazo a un lado,  conversemos de esta situación tan acongojante». No, al contrario nuestro sistema nervioso parasimpático nos llevará a huir de la situación o a buscar un escape, ya sea devolver el golpe o retirarnos de la tragedia. Ante las situaciones repentinas de la vida, como una noticia o un momento inesperado, usaremos nuestro bagaje emocional para responder al instante. ¿Qué haríamos si vemos a un niño en la calle a punto de ser colisionado por un vehículo? ¿Nos sentaríamos a analizar los riesgos lógicos de su muerte? ¡No! ¡Jamás! Definitivamente correríamos en busca de socorrerlo impulsados por una emoción de supervivencia y protección.

¡Es tiempo de regresar a la era de la primavera y abandonar la era del hielo emocional!

Bibliografía:

  • Brown, B. (2013). Frágil: El poder de la vulnerabilidad. Editorial Urano. Barcelona: España.
  • Goleman, D. (1995). Inteligencia emocional. Editorial Kairós. Barcelona: España.

 

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